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en la segunda mitad del siglo XIX con laboratorios como Ciba-Geigy o Sandoz.
Paralelamente en el Reino Unido, laboratorios como GSK tiene sus orígenes en 1715
en una botica de Londres. Otros laboratorios como Beecham inician la producción
industrial de medicamentos a mediados del siglo XIX. En los Estados Unidos, Pfizer
fue fundado en 1849 por dos inmigrantes alemanes. Inicialmente dedicado a la
fabricación de productos químicos fue derivando posteriormente a la fabricación de
medicamentos y contribuyó a la demanda de algunos fármacos por parte de la Unión
durante la guerra civil americana. En la misma época, el coronel Eli Lilly fundó en
1876 un laboratorio farmacéutico en el que introdujo métodos innovadores en el
desarrollo y la fabricación de medicamentos. Asimismo, Edward R Squibb, que
procedía de la marina americana, fundó los laboratorios Squibb en 1858 (Worthen
DB. 2002, Wang ML. 2009, Daemmrich H. 2017, Pharmaphorum. 2020).

La industria farmacéutica internacional, principalmente europea y americana, inicia
su expansión el siglo XX con medicamentos estrella como la “aspirina”. En el período
entre guerras se produjeron distintos avances que propiciaron el desarrollo de la
industria farmacéutica como la conocemos actualmente, introduciéndose
medicamentos con gran impacto en la terapéutica como la insulina o la penicilina,
entre otros, lo que supuso el origen a la fabricación industrial de productos de origen
biológico (Zhang YP y cols. 2017).

La industria farmacéutica era prácticamente inexistente en España en el siglo XIX
donde la elaboración de medicamentos era principalmente magistral. La industria
farmacéutica española en sus inicios se circunscribía al ámbito de los productos
naturales siguiendo un modelo mediterráneo y en el que se desarrollan formas y
especialidades farmacéuticas, pero apenas existe actividad en lo que se refiere a la
síntesis de sustancias con actividad terapéutica, en una época con escaso desarrollo
industrial en España. Después de la guerra civil la industria químico-farmacéutica
española se expande y aunque se sigue trabajando con productos naturales se
incrementa el número de fármacos obtenidos mediante procedimientos de síntesis
orgánica y productos de origen biológico como sueros, vacunas y especialmente
antibióticos. A finales de los años 50 existía un número desmesurado de laboratorios
farmacéuticos, inspirados la mayoría en un modelo mediterráneo, que en realidad
eran pequeñas empresas con una escasa capacidad económica y limitadas en cuanto
a sus capacidades de desarrollo e innovación, lo que llevó a un exceso de oferta de
medicamentos comercializados (Rodriguez-Nozal R. 2017).

Actualmente el número de laboratorios farmacéuticos de origen nacional es mucho
más reducido, pero con una gran presencia de compañías farmacéuticas
multinacionales, muchas de ellas dedicadas a la fabricación de formas farmacéuticas
y de manera más limitada, a la investigación y desarrollo de nuevos fármacos y
formas farmacéuticas.

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