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Estos ejemplos y muchos otros que no han podido ser menciona-
dos, ilustran perfectamente como la conservación de procesos ce-
lulares básicos tan relevantes fisiológicamente (Figura 2), ofrece
un soporte científico sólido para la modelización de diversas en-
fermedades humanas en un microorganismo unicelular como S.
cerevisiae. Además, el conocimiento biológico básico generado en
esta levadura se puede extrapolar no solo a la célula humana, sino
a otros hongos y, de manera general, a cualquier célula eucarióti-
ca, lo que dota de un gran valor añadido a este excelente modelo
celular.

El organismo experimental para la Biología del siglo XXI
El ingente desarrollo de herramientas genómicas y bioinformáti-
cas para esta levadura ha abierto posibilidades de análisis inima-
ginables hace solo unas décadas. Por ejemplo, las colecciones com-
pletas de mutantes, cuya utilización a gran escala permite realizar
los enfoques holísticos de la Biología de Sistemas. El fundamento
teórico es el mismo utilizado por la Genética directa clásica, pero
utilizando los principios de la Genética inversa: buscar fenotipos y,
por tanto, funciones, a todos los mutantes en los genes identifica-
dos al secuenciar un genoma. Las colecciones genómicas permiten
también analizar interacciones genéticas entre mutantes o el efecto
de la sobreexpresión de genes. De esta manera se ha generado, por
ejemplo, el mapa de interacciones genéticas globales de la levadu-
ra, accesible en TheCellMap.org, que incluye 350.000 interacciones
positivas y 550.000 negativas a partir del análisis de 23 millones de
dobles mutantes (Costanzo et al., 2019). Otros recursos disponibles
están dirigidos al estudio de las proteínas para descubrir sus inte-
racciones físicas y definir el interactoma, modelar su estructura
tridimensional o determinar su localización en la célula mediante
fusiones a diferentes proteínas fluorescentes. Precisamente, tanto
S. cerevisiae como E. coli fueron dos de los organismos utilizados
por Roger Tsien para “construir y explotar la paleta de proteínas
fluorescentes” (Cuadro I), tal y como tituló su discurso de acepta-
ción del Nobel en 2008 (Tsien, 2009). El premio fue compartido con
Osamu Shimomura, que aisló la proteína fluorescente verde GFP
(green fluorescent protein) de la medusa Aequorea victoria, y Martin
Chalfie que probó su utilidad como marcador biológico principal-
mente en el gusano C. elegans.

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