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alimentario, la enzima quimosina coagulante de la leche para la
fabricación de queso. Desde entonces ha continuado demostrando
su gran capacidad como factoría celular de proteínas heterólogas,
situándose como el segundo sistema de expresión microbiano más
utilizado actualmente después de E. coli (Sánchez-García et al.,
2016). Además, a través de aproximaciones de la Ingeniería Meta-
bólica clásica y de la Biología Sintética (Jouhten et al., 2016), se ha
logrado que produzca numerosos metabolitos que no son propios
de la levadura, como la artemisinina o la vainillina, o la modifica-
ción de cepas industriales cerveceras y vínicas que aportan innova-
dores sabores y aromas (Pretorius, 2020).
S. cerevisiae 2.0 en la era de la Biología Sintética
Además de su uso instrumental en Biotecnología, la levadura está
resultando clave para el ensamblaje de genomas sintéticos. Los pri-
meros pasos para construir células artificiales mediante Biología
Sintética incluyen la síntesis ad hoc de cromosomas con la infor-
mación deseada, para su montaje posterior en la célula. La capa-
cidad de S. cerevisiae para ensamblar in vivo fragmentos de ADN
solapantes, obtenidos previamente in vitro por síntesis química o
PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa), permite obtener mo-
léculas de ADN de gran tamaño en el interior de las células de
esta levadura. Estas moléculas pueden ser extraídas e introduci-
das en las células diana para sustituir su genoma natural por uno
sintético. De esta manera Craig Venter, uno de los artífices de la
secuenciación del genoma humano y gran impulsor de la biología
sintética, pudo construir en 2010 el primer cromosoma sintético
syn1.0 de una bacteria, Mycoplasma mycoides, formado por un
millón de bases (1079 kb). Para luego implantárselo a una célula
receptora de M. capricolum y convertirla en una célula nueva de
M. mycoides controlada únicamente por este cromosoma sintético
(Gibson et al., 2010). Unos años más tarde, en 2016, obtenía una
versión minimizada de este genoma (syn3.0) de 531 Kb, menor que
el de cualquier ser vivo celular existente y que solo incluía los ge-
nes esenciales para mantener la vida (Hutchison et al., 2016). Esta
primera aproximación experimental al concepto de “genoma mí-
nimo” fue un paso muy importante para abordar la obtención de
chasis celulares muy simplificados con los que explorar el diseño de
células sintéticas a la carta.
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