Salvador Rivas, mi maestro

lunes , 14 de septiembre de 2020

Salvador Rivas, mi maestro

Cuarenta y dos años atrás, allá en el comienzo del curso académico de 1978, fue cuando conocí a Salvador Rivas. Cursaba tercer curso de la licenciatura de Farmacia en el campus complutense de Madrid y ya había superado, con la máxima calificación, la asignatura de Botánica impartida por Miguel Ladero y Ginés López. Ellos despertaron mi fuerte vocación innata (acrecentada por el entorno natural de mi lugar de nacimiento, la Sierra de Alcaraz) encauzándola a través de la iniciación científica como botánico. Mi interés en aprender me permitió acudir a la Cátedra de Botánica a diario. Allí determinaba e identificaba recolecciones de campañas botánicas y aprendía (¡en inglés!) el manejo de claves, monografías, floras, la consulta de las colecciones del Herbario MAF y en esas… me presentaron al Profesor Rivas. Tengo que reconocer que mi primera impresión me impactó. Fue en la biblioteca del departamento, abarrotada de libros singulares… tras un breve comentario de mi buen expediente y vocación por parte de Miguel Ladero, Salvador Rivas me sugirió sin diatribas que empezara desde ya la iniciación de la memoria de la licenciatura pues los estudios botánicos de un territorio requerían de varios ciclos fenológicos para completarse, así adelantábamos tareas… dicho y hecho. No podía dar crédito que había conocido en persona al ya deslumbrante y prestigioso botánico… Luego entendí y comprobé que él ya había predeterminado mi futuro como botánico en ese breve encuentro.

Salvador se convirtió, desde entonces, en mi tutor científico y en mi maestro definitivo. En junio de 1981 defiendo mi memoria de licenciatura (‘Estudio geobotánico de la comarca madrileña de Manzanares el Real’) y, sin pausa, como aprendí de él, obtuve una beca predoctoral competitiva del Ministerio de Educación para mi tesis doctoral que continuaría la suya propia, estudiando los macizos orientales de la Sierra de Gredos (1982-1986).

Durante mi periodo doctoral nunca dejó de estimularme para aprender, de debatir conmigo aspectos conflictivos de mi tesis y de invitarme a participar en sus expediciones botánicas donde, como el más joven del grupo, siempre era el responsable del cuaderno de campo (privilegio) y de resumir los debates científicos ‘in situ’; cada amanecer me recordaba: ‘Daniel, tu siempre a mi lado…’. Ello me permitió estar siempre en primera línea y aprender flora, edafología, geobotánica y, sobre todo, a manejar y discernir los criterios de interpretación de las unidades de vegetación y paisaje natural en cualquier territorio, es decir, me permitió convertirme en un verdadero ‘discípulo aventajado’ lo que, a veces, conllevaba un importante sobreesfuerzo adicional y largas ausencias…; así participé en intensas y exhaustivas campañas botánicas en el Pirineo, la Cordillera Cantábrica, el Sistema Central, Montes de Toledo, Sierra Morena, el Sistema Ibérico, Sierra Nevada….

La compaginación de las campañas botánicas con los botánicos españoles e, incluso, extranjeros, unido a la tarea de incorporación de los materiales colectados al Herbario MAF me llevaron a pasos de gigante a acumular un bagaje de conocimientos botánicos y geobotánicos destacable.

La incuestionable maestría de Salvador y su profundo conocimiento estratégico de los avatares universitarios y científicos unidos a la buena sintonía que nos unió, desde aquella mañana de 1978, y a mis conocimientos acumulados en esos años, hicieron de aquel estudiante de Farmacia un Profesor titular de universidad (1987). Era el momento de los nuevos departamentos universitarios (Biología Vegetal II) y de numerosos cambios legislativos y de organización en el seno de la Universidad pública. Salvador nunca bajaba la guardia, siempre preocupado de sus discípulos y de procurarles máxima formación y promoción personal potenciando las salidas y estancias en el extranjero. Él fue el responsable de mi aventura científica (compartida en gran parte con él) en el Pacífico Noroeste de Norteamérica donde conocí al profesor Michael Barbour (académico correspondiente de nuestra Corporación) quien se convirtió en mi valedor científico allende los mares y con quien establecí sólidos lazos de amistad personal. Mis investigaciones geobotánicas en California y Oregón cimentaron la obtención de mi condición actual de catedrático en 2005 (habilitación nacional), justo el año que Salvador cumplió setenta años convirtiéndose en Profesor emérito complutense.

Salvador fue para mí un maestro. Pienso que no existe en nuestra lengua castellana un vocablo más hermoso que este, refiriéndose a aquella persona que transmite su saber de forma altruista para que el conocimiento se trasvase de forma instantánea y se transmita de forma continua pasando al discípulo que lo recoge y acrecienta. La tarea más noble del discípulo es, con evidencia, convertirse en maestro y así sucesivamente… Creo que Salvador lo ha conseguido con creces en numerosas facetas y ámbitos de la Botánica y de forma universal, como a él le gustaba calificar a la ciencia. Yo aún estoy en ello cumpliendo mi misión… puedes, pues, descansar en paz.

Daniel Pablo de la Cruz Sánchez Mata

Académico correspondiente de la RANF